Jacques Bar Buenos Aires, Argentina, Abril de 2006. ¿Dónde y cuándo empiezan mis andanzas?, mis odiseas. Allá lejos y hace tiempo, en el año 1914, en la ciudad de Zolkiew (visitar web) situada a 25 kilómetros de Lwow, capital de la provincia que llaman Galicia, al sur de Polonia. Región que geográficamente es, en realidad, parte de la Ucrania occidental. Algo de Historia y de Geografía Con el conurbano incluido Zolkiew tenía 35.000 habitantes compuestos por tres etnias, la polaca, la ucraniana y la judía. Entre estos últimos había una pequeña parte de ricos, una parte de clase media baja y el resto pobres, con sus partes de indigentes, pero a quienes las autoridades religiosas y de beneficencia no dejaban abandonados; creo que la misma regla, regía en las otras etnias. Después de la derrota del imperio Austro-Húngaro, que regia la vida de esta región en la primera guerra mundial 1914-1918, el tratado de Versalles le adjudica a Polonia la administración de este territorio, que antes ya lo había tenido, habiendo pasado en sucesivas guerras de mano a mano. En el año 966 de nuestra era el mandamás polaco Mieszko I se convierte y Polonia pasa a ser cristianizada. En el año 1333, el rey Kasimiesz el Grande invita a los judíos a instalarse en Polonia para hacerla progresar, garantizándoles la libre práctica de su culto. En el año 1344 funda la Universidad de Cracovia, en la cual el futuro papa Woijtila debe haber cursado sus estudios. Más tarde, en el año 1410, el rey Zolkiewsky, funda la ciudad de Zolkiew, ciudad que aun conserva su nombre. Al final del siglo XVII, Juan III Sobiesky salva a Polonia con la victoria sobre los turcos (Yo conozco un poema al respecto). Unos años mas tarde visita a Zolkiew y hace construir la sinagoga más grande y más bella, por su arquitectura, de todas las demás del país; (su hijo reposa en el mausoleo de Zolkiew).
Desde mediados de 1941 cuando los nazis invaden Polonia y Galicia (rompiendo el pacto de no- agresión con Rusia), hasta el fin del 42 asesinan (al igual que en todos los pueblos de Polonia con comunidades judías) a toda la población judía de Zolkiew , 5.000 almas, (74 son los milagrosamente sobrevivientes); entre los mártires están nuestra madre, nuestra hermana mayor y su nena de 9 años amén de una gran cantidad de familiares de lazos sanguíneos, (queda en pie la gran sinagoga que no han podido destruir según los sobrevivientes habiendo necesitado para ello, bombardearla desde el aire, tal era – y es – la robustez de sus fundamentos y de su construcción, no se dispone de ninguna otra versión al respecto), (quedo como monumento histórico). Volvemos a años atrás, 6 meses antes de terminar la primera guerra mundial, mi padre es desmovilizado de los ejércitos austriacos, trayendo un regalo del frente: una enfermedad, de una clase de epilepsia, que a intervalos cortos, se cae, tiembla, echa espuma por la boca teniendo que darle en la mano un objeto metálico hasta que se tranquilice; esta situación ha durado más de 15 años, recibió una pequeña pensión. Era un hombre joven y fuerte, fallece en el año 36 a los 53 años de una infección que no se podía parar, no habiendo existido aun antibióticos. No éramos ni ricos ni pobres, pertenecíamos a la clase media baja, vivimos en la periferia del pueblo a orillas de un arroyo que nos ofreció, pesca en verano y en los inviernos con las heladas, nos calzábamos los patines y recorríamos su superficie helada kilómetros y kilómetros. Teníamos una pequeña huerta que nos permitía comer nuestras propias hortalizas, leche de nuestra vaca lechera y huevos de nuestras gallinas, amen de las frutas de cada época. Nuestra infancia y temprana adolescencia feliz, en el recuerdo, se nutren principalmente del contacto casi permanente con la naturaleza, el hechizo de las madrugadas veraniegas con la búsqueda en el jardín, (casi siempre exitosa), de la manzana o la pera, caída durante la noche, no lejos del árbol, sacado del pasto humectado por el rocío y su consiguiente saboreada, nos parecía ser parte del edén, nuestra madre nos quería felices y lo logró, los sábados y los domingos, nos fuimos a cruzar el gran y hermoso parque, distante de nosotros unos 2 kilómetros, cruzar unos trigales y las vías del ferrocarril, para que después de esta aromatizada caminata acceder a un pre-bosque donde recogíamos, frutillas, frambuesas, arándanos y algunas nueces triangulares que no volví a encontrar en ninguna otra parte ni lugares que he explorado, a través de los años de vacaciones; todo ello me parece ahora el paraíso perdido. La preocupación de nuestros padres no nos dejaron insensibles pero fueron tomando forma a medida que crecíamos, la convivencia con los polacos y ucranianos era un “modus vivendi” aceptable; recién en la escolaridad el panorama se nos oscurece y donde nos “enteramos” que habíamos matado a Jesucristo, estábamos lejos, muy lejos de Juan XXIII, Pablo VI con el Concilio Vaticano XII y Carol Wojtila, éramos los descendientes de aquellos asesinos. Fuimos tomando conciencia de nuestra vulnerabilidad; de tanto en tanto algunos judíos ortodoxos reconocibles por sus atuendos fueron vejados, en ocasiones con heridas, por los hooliganes, no supimos de ninguna reacción policial al respecto ni que estas bandas de hooliganes hallan sido molestadas alguna vez. Me quedó grabado un hecho conmovedor de la maravillosa fidelidad de un perro y su agudo olfato que justifica el amor que la gran mayoría siente por su perro. Un atardecer, nuestro padre venia para casa y a unos 500 metros de distancia fue agredido por hooliganes y nuestro perro Aza lo sintió a esta distancia y con una corrida de flecha liberó a nuestro padre. En la primaria nuestra maestra Mazurkuwna, una solterona amargada, nos hizo ocupar bancos separados de los chicos cristianos, y no pasó un día sin que nos reprochara nuestro deicidio. Menos mal que nos hacia salir al patio durante la hora de religión. En los clubes deportivos y culturales debatíamos nuestro problema y su posible solución: ¿Palestina o Comunismo? La parte burguesa bregaba por Palestina, las izquierdas por el comunismo. Los sionistas argumentaron que a la larga con inmigración y trabajo rural y el saneamiento de los pantanos (tierras dejadas a la gracia de dios desde hace siglos), llegaremos a crear un lugar para nosotros y vamos a llevar progreso para los árabes, donde los efendis llevan la batuta y la vida fastuosa, pero donde la gran mayoría vive en condiciones paupérrimas, no podría ser que desprecien el progreso que les vamos a traer. Los izquierdas las consideraron fantasías: 2000 años que los palestinos viven en sus tierras, no nos van a tolerar; mientras que si tiene éxito la experiencia Rusa con el comunismo, desaparecerán todos los problemas que nos aplastan. Una sociedad sin clases, sin explotados ni explotadores, sin problemas religiosos, sin diferencias entre judíos y cristianos, todos iguales. Teóricamente al inicio el tema es: a cada uno según sus méritos para pasar a la etapa siguiente que será de “cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades”, nos decían, y era verdad que Lenin decretó considerar antisemitismo como crimen que puede pagarse hasta con la muerte. A mi me ha seducido esta utopía, yo quería aportar mi granito de arena; durante las elecciones presidenciales que han consagrado a Pilsudsky Presidente (que resultó no ser perseguidor de judíos, mas bien con un toque de protección). Me agarraron con las manos en la masa distribuyendo volantes de izquierda. Después de las “caricias” policiales no sé cómo salí entero, me metieron en la cárcel por 9 meses – pena menor por menor de edad – (nunca pude perdonarme esta adolescente inconciencia por la mala sangre que este “heroísmo” mío les deparó a mis padres, hermanos y hermanas y en especial cómo se desvivió nuestra sacrificada hermana mayor (Genia). Cuando me largaron tenía 17 años. En algunos aspectos esta libertad era peor que la cárcel: no podía pasear con un amigo, sin que la policía lo detuviera para que cuente de qué le estaba hablando yo. Yo era un “revolucionario peligroso” y había que vigilarme muy de cerca porque sino ¡yo ponía a Polonia patas para arriba! Así pasaron dos años entre trabajos y varias interrupciones de secundaria hasta que pude “salir de Egipto” pero no para ir al desierto sino a Paris donde estaban mis dos hermanos que han hecho malabarismos para sacarme de este pozo (primera emigración “huida” y una inmigración feliz). Llego a Paris, cuando tengo 19 años, donde me esperan mis dos hermanos; haber existido un termómetro para medir emoción y felicidad estallaba en añicos, pero mis padres, y hermanas, que dejé atrás me quedaban pegados al alma ilusionándome con mis hermanos, con traerlos a todos a Francia, pero las ilusiones y esperanzas son lo último que se pierde. Acepté la mágica realidad: estaba en Paris, Francia de la revolución, de la declaración del derecho del hombre y ciudadano. Francia de Víctor Hugo, de Voltaire, de Diderot, de Balzac, de Zola, con su J´ Accuse, de Romain Rolland y Anatole France; Francia de la libertad. En el metro se despliegan, bien abiertos, las páginas de “l´Humanité y L´ Fígaro” (igual que en Polonia!). Paris luz, Paris Lumière, no la luz de los faroles, la luz del espíritu, faro de culturas sin fronteras. En la otra cara de la moneda, en el mismo año 1933, llega Hitler al poder de Alemania; la atmósfera política se está enrareciendo, las noticias que llegan de allá no molestan a todos por igual, hay para todos los gustos en el bazar. Empieza el gran suspenso: ¿a qué nos tenemos que atener con este personaje? De mientras, la vida sigue. Paris maravilla a los que no la conocen aún, con la Torre Eiffel, con el Trocadero, el Arco del Triunfo, de donde se abren en abanico 12 avenidas cuya principales son Champs Elysées y a su punta la Place de la Concorde , con su obelisco trofeo traído de Egipto por Napoleón. Les Tuileries, le Palais Royal, los grandes bulevares, teatros, museos, le Louvre, museo mas grande del mundo; las orillas y puentes del Sena, la iglesia de Notre Dame situada en la isla de la Cité inmortalizada por Víctor Hugo, el gran Opera, la rivera izquierda del Sena, Saint-Michel, MontParnasse, los cafés de los poetas, escritores, intelectuales de todo género para la bohemia, el Sacré Coeur montado sobre una colina en lo mas alto de Paris, el viejo Montmarte, Pigale para la farándula, y mil motivos para exaltación que Paris ofrece a sus visitantes, amen de sus habitantes permanentes , de los cuales no todos se regodean con estos tesoros. En el orden político, los cielos de toda Europa se cubren de nubes oscuras. En el año 35 los nazis dictan en Nuremberg las leyes raciales reduciendo a varios cientos de miles de judíos alemanes a fantasmas, “ prohibido”, “prohibido”, “prohibido”, “medicina prohibida”, “derecho prohibido”, “universidad prohibida”, ni profesores ni estudiantes, institutos científicos prohibidos, asistencia médica en establecimientos arios prohibido, “prohibido”, “prohibido”. En Dachau, en las afueras de Munich, crean el primer campo de concentración, que no da abasto; abren unos más en territorio alemán: Saksenhausen, Ravensbruk para mujeres y otros. Todos los judíos son sujetos a ser encerrados en un campo de concentración, despojándolos de sus comercios, de sus casas, de sus dineros en el banco si los tuvieran, se inicia así la ejecución del monstruoso plan: asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes e indefensos, en el emprendimiento más siniestro que la humanidad, deshumanizada y envilecida, haya jamás concebido. Corre mucha agua coloreada bajo los puentes. En España, en el año 36, el Frente Popular gana las elecciones, forma gobierno, pero no parece ser del agrado de la derecha. Franco desembarca en España viniendo del Marruecos Español con una numerosa fuerza militar y declara que está decidido a matar a 1.000.000 de españoles para que los comunistas no gobiernen a España. En realidad no se trataba de comunistas sino de socialistas, lo que es muy distinto. En Francia y otros países del centro europeo se forman brigadas internacionales, voluntarios para ayudar a España a resistir. A nivel diplomático, Inglaterra, Francia y Alemania firman una no intervención en esta guerra civil, pero Alemania sigue suministrando armamentos a Franco; bombardeando Guernica, (la capital Vasca) mientras que Inglaterra amenaza a Francia con cortar la “Bonne Entente”, si mandan ayuda a republicanos. Y Francia pone la cola entre las patas. Leon Blum, primer ministro francés socialista, no sabe cómo manejar este problema, y hace parar un cargamento de armas para republicanos, que las necesitan ya que Alemania no cumple lo tratado. Blum acorralado por la izquierda francesa, se hace abuchear por 50.000 socialistas en el estadio velódromo de invierno, termina por renunciar. En España la falange española mata a diestra y siniestra, los republicanos luchan con uñas y dientes y terminan vencidos, después de casi 3 años de lucha, en marzo de 1939. España llora 1.000.000 de muertos, Franco “ha cumplido lo prometido”. En un año antes de culminar esta guerra fratricida, con este inequívoco desenlace previsible, es proclamado “caudillo” manda más absoluto de España. En este año 38, Hitler, envalentonado por esta “buena marcha” de la guerra española empieza a aullar, gritar, ladrar, “Sudetes, Sudetes, Sudetes” y consigue que Daladier de Francia, y Chamberlain de Inglaterra viajen a Berstesgaden para entregarle los Sudetes. Checoslovaquia grita su dolor, Francia e Inglaterra han garantizado la integridad de su exiguo territorio en el tratado de “Versalles”, se les contesta que es para garantizar la paz, (¡la paz de los cementerios!). En Francia en esta época empieza a sentirse el trabajo de zapa de la quinta columna (desestabilizadora) que hace penetrar el virus de la nazifilia en buena parte del cuerpo social de los franceses (los efectos se harán sentir en los momentos mas álgidos de la batalla militar, que acabará con la rendición, después de escasos 15 días de lucha, para lo cual el país estaba preparado ideológicamente; apto para consumo). Andando el tiempo a fines de Octubre del 39, el mundo se desayuna con una noticia bomba: Alemania de Hitler y Rusia de Stalin, los máximos enemigos mortales entre sí, firmaron un pacto de No agresión. Los Alemanes quieren estar tranquilos en su frente Este para poder “aplastar” a los dos enemigos occidentales, luego “arreglarán” la cuenta definitiva con los bolcheviques. Cuando Ribentrop firma el pacto en Moscú con Molotov, le hace oír en el grabador las palabras de Chamberlain durante la entrega de los Sudetes a Hitler: “Inglaterra comprende que Alemania necesita espacio vital: las tierras de Ucrania son las mas fértiles del este europeo. Inglaterra y Francia quieren que ustedes y nosotros nos desangremos, para poder ellos arbitrar la situación”. Los rusos por su lado dicen “a los franceses e ingleses”: ustedes le permitieron a Alemania anexar a Austria, estrangular a Checoslovaquia y ayudaron a Hitler a montar su poderío bélico para destruirnos a nosotros, pues ahora disfrútenlo “¡buen provecho!”. Conviene recordar que durante varios años, antes de la guerra, el gobierno de los coroneles polacos, los dos mandamases Beck y Ritz Szmigli, no se cansaron de repetir que en caso de guerra Polonia no dejará pasar por su territorio a las tropas rusas, lo que tiene la siniestra significación de que servirían de muralla de protección a Alemania. (Geográficamente, en una contra ofensiva, Rusia debe pasar obligatoriamente por el territorio de Polonia). Un día antes de atacar Polonia, Hitler ladra: “si los judíos provocan la guerra que se atengan a las consecuencias”. Efectivamente, la comandancia judía internacional con 200 bombarderos pesados, 150 aviones de combate, 500 cañones, además de un sin número de otros pertrechos bélicos , todos guardados en los “sótanos y trastiendas” de mercerías y almacenes “kosher”, están preparados para el asalto contra Alemania para cortarle el bigote a Hitler y raparle la cabeza!; pero Hitler les gana de mano y el 1ero de Septiembre de 1939 ataca a Polonia, bombardea a Varsovia y empieza a hacer pagar a los judíos polacos “por haber provocado la guerra”!. Después de este ataque Francia e Inglaterra le declaran la guerra a Alemania pero durante casi un año no le hacen ningún rasguño terrestre, ni aéreo, ni marítimo y le dejan el tiempo de digerir su bocado. En marzo de 1940 Inglaterra se redime, nombra primer ministro al primer Lord del almirantazgo Sir Winston Churchill, que va a imprimir a la marcha de la guerra su sello personal, su carácter fuerte y su ingenio que, sin menospreciar los méritos de muchos mas pesos pesados, terminará por poner a Hitler de rodillas; si yo vivo, y millones como yo (judíos y no judíos), se lo debemos, sobre todo, a Winston Churchill. La ofensiva inevitable alemana esperada se produce en mayo del 41. El estado mayor francés los espera de pie firme en la ligne Maginot (en el frente este), complejo defensivo sofisticado que ha costado ingeniería y miles de millones de francos, pero, a los alemanes no les interesa; invaden Holanda y Bélgica y se vienen por el norte. Francia hace “simulacro” de defensa que dura 15 días y se rinden, y es Petain el héroe nacional francés que en la primera guerra mundial venció a los alemanes en la más feroz y sangrienta batalla de Verdun, obligándoles a capitular; es este mismo mariscal Petain que firma la rendición incondicional haciéndose colaborador de la Alemania Hitleriana. Francia queda cortada en dos: de Ginebra a Tours, conservando la parte Sur libre de ocupación ; instalan su gobierno en Vichy (lado libre). Se proclaman colaboradores de Alemania, deseando la victoria de ésta, en su gigantesco emprendimiento de dominación del Atlántico a los Urales. Laval, Primer Ministro: “por Radio Nacional : Francia desea la victoria de Alemania” (será fusilado después de la liberación). Doriot, uno de los jerarcas del partido comunista francés, hace un giro de 180 grados y se hace jefe de una banda de camisas pardas casi equivalente a la GESTAPO; el broche de oro del fructuoso trabajo de la quinta columna: sólo les faltaba enarbolar la cruz esvástica. En honor a la verdad no se puede pasar por alto, que el veneno nazi no abarco a toda la población francesa, ni muchísimo menos, la resistencia o el “Maqui”, de grupos activistas diseminados por todo el territorio, que si bien a costa de un fuerte tributo de sangre, en la ejecución de misiones de sabotaje (en primera línea los mártires ferroviarios), les han hecho pagar su traición, a la pandilla, Petain, Laval, Doriot y consorte, durante la ocupación y después de la liberación, reivindicando la Francia de la revolución, Francia de la declaración del derecho del hombre y del ciudadano. Reproduzco traducida la nota aparecida en “Nice Matin” el dos de junio de 1999. Desaparición de M. Charles Moré, “Capitaine Charly”, en la resistencia en Niza. Con mucha tristeza hemos sido informados del deceso en Niza a la edad de 77 años del Sr Charles Moré que fue “Capitaine Charly”, en la Resistencia en Niza. Entrado muy joven en la clandestinidad, el Sr Charles Moré se señala por su coraje. Jefe del grupo “Eclair” de grupos “Francs” de resistencia, ha participado en numerosas operaciones, particularmente peligrosas, como por ejemplo: la liberación de “resistentes” atrapados por los ocupantes y retenidos en el hospital Pasteur. El 12 de agosto de 1944 en una “misión” fue gravemente herido. La medalla militar con “citación” y la “Croix de Guerre” (Cruz de Guerra) con palma, recompensaron su valentía. Después de la guerra, el Sr Moré se instala en la calle Alphonse Karr. “Nice Matin” presenta a su viuda Madame Agnès y a su hijo Gérard Moré ex director de la estación de ski de Isola 2000 sus mas sinceras, condolencias. Charles Moré era mi cuñado, hermano de mi mujer. A mi la capitulación me encuentra movilizado en una unidad polaca en Quetquedam, una localidad de Bretaña, de donde nos desbandamos a los cuatro vientos. Yo busco mi saco y mi pantalón, mis zapatos todo había ido a vestir a no se quién. Agarro lo que puedo: un par de zapatos rotos, que llevo conmigo y, con un amigo, nos metemos en un bosque donde pasamos la noche. A la madrugada opto por calzar los zapatos rotos para dejar los zapatos militares en el bosque; para despistar mi condición de soldado. Caminamos hasta dar con una casita de campo donde nos aceptan y a la madrugada acompañamos al dueño para ayudarle en sus tareas; me entra agua en mis zapatos rotos. La sensación miserable es tan extrema que pienso y me digo: “si me tienen que agarrar, pues que me agarren, pero yo esta miseria de agua fría en los zapatos no la quiero mas”. Semejantes episodios yo los había vivido en los cines, pero protagonizarlos uno mismo, no es igual. A la madrugada nos encaminamos hacia el bosque con remotísimas posibilidades de éxito, sin una señal posible por donde empezar a buscar, me dejo llevar por la corazonada y por lo insondable y ¡encuentro mis zapatos! no lo podía creer, se parecía a un cuento de hadas. Por monedas compramos dos bicicletas “del tiempo de Napoleón” sin luces ni frenos. Frenábamos con los pies, hacíamos kilómetros y kilómetros; gran parte del camino con las bicicletas al hombro, la mayoría de las veces pasábamos la noche “à la belle étoile”. No me quedó grabado en la memoria cómo sobrevivimos 5 semanas 300 km. Nos llenamos las mochilas con manzanas y zanahorias robadas de los campos, mas la gentileza y solidaridad de los lugareños, con muchas noches en los gallineros, nos acercamos lentamente hacia la meta que era Paris, evitando las rutas recorridas por las motos alemanas. En el camino perdí a mi amigo de ruta, Armand, que sobrevivió. Nos encontramos después de la guerra. A 50 km de Paris, una tarde, al anochecer, llego a un pueblo atestado de alemanes, con toda clase de pertrechos y me digo que “de aquí yo no salgo”; estoy vestido de civil, si se puede llamar vestido, con los zapatos militares que había rescatado. Me apoyo en una pared al lado de un señor con aspecto de encargado del edificio, le pregunto: ¿”Cómo hago para llegar a Paris”? Y ¿”Cómo hago para pasar los accesos a la capital? Están todos controlados.” El hombre me mira los zapatos y me dice “¿Ves este camión?, a la madrugada se va a Paris con bolsas de papa, zanahorias, etc., va al mercado de abasto, metete entre las bolsas y esperá a la madrugada, hay posibilidades de que él no revise su cargamento”; yo no lo pienso mucho y meto la bicicleta y a mi también. A las 5 hs. de la mañana el vehículo se pone en marcha hasta que llegamos a la Porte D`Orléans, un soldado alemán con un fusil al hombro lo para, como a todos, “papeles, papeles” el chofer le tiende sus documentos yo miro a través de una rendija por los tablones, con el corazón pendiente de un hilo, el alemán hecha un vistazo y le devuelve sus documentos dándole pase. Quién es capaz de imaginarme a mi en este momento, es como si me hubiesen rescatado del cadalso. Llegamos al Parvis de Notre Dame, yo asomo la cabeza, emerjo de entre las bolsas y el hombre casi se desmaya: “¿te das cuenta del riesgo que me has hecho correr?” “Sí, me doy cuenta. En un naufragio, el naufrago se agarra de la rama de un árbol, y él dice “¡y con la bicicleta! te volviste loco!”, “Sí, más que esto: por favor déme sus datos que quiero agradecerle más que con palabras”, me dice “No hace falta, ahora que ya pasó estoy contento de haber contribuido en algo , aunque sea involuntariamente, contra estos cerdos”. En Paris me encuentro con mi mujer – hacia algo más de un año que nos habíamos casado y cuatro meses de separación, y con mi hermana y su marido. En esta primera fase los soldados alemanes se portan en Paris casi como turistas: no molestan, pero yo sé que eso es muy provisorio, en cualquier momento el primer zarpazo, y así fue. Todos los judíos deben ir donde corresponde para registrarse y sellar su tarjeta de alimentación sin la cual no se podrá conseguir alimento. Dos meses más tarde todo judío debe ir donde corresponde a sellar su cédula de identidad (con un sello que dice “Juif”), nos empezamos a sentir como lauchas ante un gato Maula. Los nazis actúan mientras preparan el ataque a Rusia que harán el 22 del 6 de 1941. El próximo zarpazo tardó menos que el primero. En mayo del 41 una tarde vengo al café Faubourg Poissonières donde siempre había “paisanos” portadores de la última noticia; los encuentro a todos cabizbajos, todos habían recibido notificaciones en sus casas, que debían presentarse a la mañana siguiente a las 8hs con una frazada y un familiar. Yo empiezo a hacer mis averiguaciones para ver si se trata de una tanda de apellidos, letras, o por ejemplo por Barrios; las citaciones parecen ser totales, a todos los que ya habían actualizado sus domicilios, todos sin excepción menos niños y ancianos. Ahí encuentro a un amigo, al que llevo dos años, Henri y le digo: “no vayas a casa así no te enteras de la citación, dos veces no te van a meter en el campo es un agrupamiento previo a la deportación” Le digo: “andá a casa de tu suegra (eran recién casados) y que vaya una hermanita (tenía varias) a avisar a Tania (su mujer) que no vas a venir, y pasá la noche ahí, en casa de tu suegra”. Era un chico muy dulce con ojos azules pero medio flemático y me dice “yo voy a casa; con Tania proyectamos ir al cine”. Fueron al cine y a la mañana siguiente Tania lo acompaña, tal como le indicaron en la citación. Todos fueron a distintos lugares a trabajar al campo, con custodia policial; previo a juntarlos en campos que estableceran, algunos se fugaron sin documento alguno, a algunos los recogieron, y otros sobrevivieron, pero nó Henri que no escuchó mi consejo y que no intento la fuga. Terminó por ser deportado a Alemania, pereciendo como otros cientos de miles en cámaras de gas, horcas para “ejemplo” fusilamientos, hogueras. De los mas fuertes de constitución física asignados a trabajos duros y a hambre, no sobrevivieron mas que el 1% de los 6.000.000 de judíos martirizados, hombres, mujeres y niños en espantosas orgías de aniquilamiento. ¿Y yo qué hice? Mi señora estaba recuperándose de una enfermedad en las afueras de Paris; yo fui a pasar la noche a casa de unos amigos, recién casados, Ida y Rovan. A la mañana fuimos con mi amigo Rovan en subte hasta cerca de mi casa; yo me senté en el café para esperarlo instruyéndolo de insistir con el timbre hasta que salga la vecina y ahí nos enteraríamos de qué había pasado. Así lo hizo, salió la vecina y contó que como no encontraron a quien dejar la citación volvieron a la 5 hs de la mañana, golpeando hasta que se cansaron; salió la vecina y les dijo que ella no nos vió ni a mi ni a mi mujer, vuelve Rovan y me dice que tuve un olfato tremendo. A partir de ahí me moví cómo pude, con la impresión de caminar sobre campo minado. En mi imaginación todos los policías me estaban buscando a mí; no podía dar un paso fuera del escondite cada noche distinto, caminando con la sensación de estar orillando el precipicio. Los 32 km que me separaban de mi señora, los hice en colectivo y a pié el último tramo de 7 km. Finalmente llegué me encuentro con mi mujer. Luego había que volver a Paris, a casa, a hacer las valijas y viajar al sur y pasar con una señora que conocía la línea de demarcación de Francia ocupada y libre. No sin bemoles llegamos a Niza. En el verano del 41 – pues estamos en Niza – nos esperan otras vivencias. Naturalmente no revisten los caracteres de angustia pasados con los uniformados nazis. Con algo de ingenio y mucho de suerte, conseguimos cuatro pasajes en barco, “Cabo de Hornos” que salía mediados de diciembre del puerto español de Vigo, con nuestros magros ahorros, la ayuda de mis hermanos de donde estaban y del “Joint” en Marsella. Para todos los trámites, Niza no tenía consulados. Había que hacerlo en Marsella. Aunque el mayor problema debiera haber sido Paraguay y Argentina, el tránsito español presentaba el mayor escollo. Alemania exige a España no otorgar visa de tránsito a los hombres de menos de 30 años – porque generalmente usan esta vía para ir a Inglaterra a sumarse a las brigadas francesas que oportunamente desenbarcarán en Francia. Yo nací en 1914, no tenía más que 28 años. Una mañana, me armo de coraje, voy a la policía y pido hablar con el funcionario responsable del área de documentación. Con algunos preliminares, le digo que yo voy a denunciar mi pérdida de documento y le pido, cuando me haga la copia, que se equivoque con un dígito. En vez de poner 1914 como año de mi nacimiento, que ponga 1911. Después de una charla inesperada, y con una actitud inesperada, me dice: “vuelva mañana”. Vuelvo al día siguiente, y estoy envejecido de 3 años. Yo lo había prevenido de que no tenia posibilidades de pagarle nada, a lo que me contesta que si hubiese venido con proposiciones de dinero no me lo hacía. Naturalmente, esto me posibilitó de tener el tránsito español. Antes de este episodio, habiéndome descuidado con el vencimiento de mi permiso de permanencia, (“séjour”), echo mano a la libreta militar de mi cuñado, que no portaba foto, ( no podía evitar de ir a Marsella para trámites). Yo conocía al dedillo toda la historia de mi cuñado, todo el proceso de orden de obligación militar. Me voy a Marsella. No consigo alojamiento en ningún hotel. Tengo que volver donde siempre me alojé con el nombre de Bar y de repente me voy a llamar Moré. Estoy en el hotel, a las 7 hs de la mañana dos señores me quieren ver. Ellos, sin apuro. Yo me ducho, me afeito, me visto y bajo. Acompáñenos me dicen (¡como si hubiese habido otra posibilidad!). Son las 8 hs. de la mañana, día de verano, los cafés ya abiertos, con la panza del mostrador casi a la calle, los invito a tomar un café, que aceptan. Yo pienso, si me llevan por falso documento, pido ir al baño y de ahí a correr y si me corren y tiran bienvenidos, comparado con lo que me esperaría seria una ganga. Pero, instalado sobre las sillas altas, les digo: “qué macana debo haber hecho para que me busque la policía” y uno me dice “los Parisinos siempre nos traen algo ¿así que usted es desertor?”, escuchando esto mis neuronas se ponen a bailar. De manera que nada de identidad falsa: Moré es desertor, no pasa nada, yo confío en poder manejarlo. Me llevan a la policía, me fotografían de pie, de frente, de perfil, me pesan , me miden , me toman las impresiones digitales de todos los dedos, de las dos manos y a esperar. A las 14 horas, oigo que dicen por teléfono “ahora se lo traemos”, me meten en el Citroën, bajamos ante un edificio alto, antiguo, y blindado. Me llevan a través de puertas altas de 10 toneladas de peso cada una. En una oficina, sentado ante un escritorio, un personaje militar de alto rango: “aquí está el hombre” le dicen los que me traen. El general: “Acérquese”, me mira y me dice, “Buenas tardes” y después, “¿Usted es judío?”, “No que yo sepa, mi general”. “Siéntese”, a los dos les dice: “Gracias, se pueden ir, déjenmelo”, y me dice: “mi jovencito, si yo quiero saber si es judío le hago bajar el pantalón. Levántese, camine hasta la puerta y vuelva”. Yo obedezco y procuro para que en mi andar haya un leve rengueo, a la vuelta me siento. El general: “¿pues tiene miedo de decirme que es judío?” y lee la libreta militar: Meilach Moré su padre, Regina Lewcowich su madre. “Cuénteme porqué no se presentó a la revisación cuando lo convocaron”, le digo “perdóneme mi general, no lo tomé en serio, las autoridades militares tienen mi legajo. A los 13 años me operaron de la cadera por osteomielitis, no soy apto para el servicio militar. El General Comandante Militar de la Plaza de Marsella, me dice: “no tengas miedo, Francia ha perdido una batalla pero Francia no ha perdido la guerra”. “Francia será siempre Francia, tené confianza. Viva Francia. Volvé tranquilo a Niza”. Me da la mano, le agradezco. Cuando salgo sigo haciendo el pequeño rengueo y pienso que quizás todo haya sido una farsa y que antes de llegar a la calle me van a agarrar por el cuello y adiós. No, nada de eso (después de terminada la guerra, después de la liberación busqué la manera de dar con este ángel pero resultó infructuoso). En Niza, una mañana, nos desayunamos con la novedad de que todas las visas de salida de los extranjeros están anuladas. Inmediatamente busco en el mapa un lugar fronterizo con España, y encuentro Ax les Thermes, y con mi señora y un matrimonio viajamos en tren hasta ese lugar; conseguimos contacto con pasadores. El 9 de noviembre llamo a la frontera Canfrant para saber, (antes de ponernos en marcha) si se puede pasar la frontera, y dicen que con la Visa de salida y el tránsito español no hay ningún inconveniente (el día anterior, el 8 de noviembre, los norte- americanos desembarcaron en el norte de Africa (mi hermano mayor estaba en ese cuerpo expedicionario), cosa que yo había vaticinado en la conversación con el funcionario de la Visa cuando le pedí el cambio de fecha de nacimiento; yo ya suponía que la respuesta alemana seria la ocupación de la otra mitad de Francia. En la madrugada del 10 los alemanes invaden la otra mitad de Francia. Nosotros dos (con mi compañero de viaje), nos encaminamos a subir 2500 mts de Pirineos a las 10 hs. de la noche del 9; la caminata, la subida con sus enormes precipicios no faltan de pánico ni de pintoresco. Al día siguiente, a las 19 hs. llegamos. Los pasadores nos meten en un café, nos dicen que a la madrugada ellos van a conducir un autobús que lleva la gente al tren y que nos llevarán. Les entregamos la mitad del papelito que tienen que entregar a la vuelta, para cobrar la otra mitad de lo convenido. Cuando se van, la señora del café nos dice, que no estamos en España sino en Andorra, un principado independiente entre España y Francia y, nos dice la señora, que si nos agarra la policía nos reconducen a Francia. Estamos otra vez en el medio del agua, hay que pasar la noche sí o sí sin hacerse pescar. De alguna manera aterrizamos en un café de humo y contrabandistas cuyo dueño es Español, que había tenido un café en Francia y que habla bien francés. Nos presenta un español republicano salvado de la masacre franquista con quien compartimos la noche sobre lechos de paja. Al día siguiente, a la madrugada, hacemos lo único que nos quedaba para hacer : vamos a la frontera “Seo de Urgel”, con los pasajes de barco pagos, con los tránsitos en regla, pero explicamos que las visas de salida nos fueron invalidadas por lo que tuvimos que buscar otra vía para entrar a España y nos preguntan: “¿Y quien los condujo?” Contestamos: “vinimos solos”; nos hacen esperar sentados una hora y media, al final Madrid da el Ok, nos sellan los pasaportes, ¡Entrada! ¡Aleluya!. “Seo de Urgel”, parece salido de un cuento: no es el mismo que dejamos atrás. Lleno de todo lo que uno quiere para alimentarse nos saluda un sol otoñal, hermano de un sol primaveral; nos encaminamos hacia la estación, compramos boletos hasta Barcelona. En Barcelona bajando del tren con nuestro aire de almas perdidas, se nos acerca un ángel vestido de mujer de unos 50 años que nos dice que a nosotros nos conviene ir al hotel Leo Leo, que allá se ocuparan de nosotros. Tomamos un taxi y vamos al hotel indicado; nos reciben como si nos hubiesen esperado, alojamiento, comida y algunas recetas para las pequeñas necesidades. El doctor Sequeira, médico de Lisboa, está a cargo de ayudar a la gente como nosotros con el dinero mandado por el Joint de New York (organización americana integrada por gente que quiere ayudar a judíos a escapar del infierno nazi). Nos movimos por todos lados, durante varios días, para saber qué les había pasado a nuestras mujeres que no estuvieron en el punto indicado hasta que nos enteramos, por el lado del consulado francés, que estaban presas en un campo de Mérignac en mano de franceses colaboradores con Alemania. No teníamos más remedio, con mi amigo, que embarcar solos. (En esos momentos, se estaba librando en Stalingrado, al sur de Rusia, una batalla decisiva entre Alemania y Rusia, con muchísimas victimas, pero con el feliz resultado de la derrota de Alemania.) El mariscal Von Paulus, con 15 generales y con sus tropas diezmadas, se rindieron marcando el principio del fin de los monstruos nazis. En Buenos Aires nos esperaba mi hermano Rafael dos años mayor que yo, de ahí a Paraguay en barco, luego vuelta a Buenos Aires culminando la emigración (huida) con la inmigración feliz y nuevamente huída con inmigración feliz, ¡viva Argentina! Así, en Buenos Aires, Argentina, termina mi “divertido” trotamundismo; con todo el inextinguible dolor por tanto sufrimiento, de mi madre, de mi hermana con su nena y la desgracia que les ha tocado sufrir a manos de los dementes asesinos nazis. Tantos millones de seres humanos a los que no les ha tocado, como a mí, el milagro de sobrevivir. Pero la vida sigue. Dos hijos, dos tesoros, una hija y un varón, cinco nietos maravillosos, una hija y un hijo políticos muy queridos, completan el cuadro de un hombre realizado en esta tierra bendita Argentina. En el otro escenario las mujeres: el campo de Mériñac Simone, la mujer de mi amigo Sammy, compañero de viaje, había viajado a Tarbe, no lejos de la frontera española, para despedirse de un primo, mientras que mi mujer Ida, mi amigo Sami, una amiga de estos amigos y yo viajamos a Ax les Thermes. El plan era que el 10 de noviembre a la hora que habían convenido, Simone esperaría a Ida y a Renée en la estación para seguir viaje con ellas hasta la frontera. Pero el diablo metió la cola; Simone esperaba en la estación y en vez de estar lista para seguir con ellas, las invitó a almorzar a la casa del primo y luego tomarían el próximo tren para seguir hasta la frontera. Pues este tren con el que no siguieron era el último que siguió tranquilo hasta la frontera. El siguiente, el que tomaron, ya fue rastreado por los alemanes – era el día de su invasión a la Francia libre -. Ellas fueron controladas y llevadas al campo de concentración de Mérignac. Ironías del destino: Renée sólo quería pasear, acompañando a sus amigos hasta la frontera; cayó en la misma redada. Mi mujer diabética insulino- dependiente fue a parar al hospital por carecer, el campo, de insulina. A miles de diabéticos la diabetes les costó la vida, a mi mujer la diabetes le salvó la vida. Después de meses de hospital pudo escapar con la ayuda de una monja y de un matrimonio joven (ver en biblioteca); pudo sobrevivir hasta la liberación y en el primer barco francés que zarpó después de la guerra para América Latina – Le Groix – vino a la Argentina. Yo tomé el avión hasta Río y ahí embarqué con ella hasta Buenos Aires. Simone y Renée fueron deportadas juntas con gran transporte de víctimas en Mérignac desde donde no volvieron, para gloria de los súper hombres Alemanes y Franceses colaboradores. Jacques Bar Buenos Aires, Argentina, Abril de 2006.