La Resistencia

La auténtica y sorprendente historia de Marcel Marceau, el mimo más conocido y admirado, quien fue un héroe secreto que salvó las vidas de muchos niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Marcel, junto a su hermano Alain, se vieron forzados a adoptar el apellido Marceau con el fin de ocultar sus orígenes judíos. Ambos hermanos se unirían a la Resistencia francesa de Limoges, donde consiguieron salvar la vida a numerosos niños judíos evitando que fueran a los campos de concentración Nazis.

Se puede ver en la plataforma Netflix. https://www.netflix.com/title/81243263

La historia de una beba salvada de los nazis dentro de un bolso

El horror del Gueto de Varsovia: una beba salvada de los nazis dentro de un bolso y la lucha de su padre para hallarla tras la guerra

Por Hugo Martin (publicada en Infobae.com)
8 de Abril de 2021

 

Hace 78 años, 700 judíos resistieron durante un mes al poderoso ejército alemán en Polonia. Allí, Salomón y Regina decidieron separarse de su hija recién nacida para que no la maten. Hoy, Rosa Rotenberg, a los 79 años, recuerda su historia, cómo la recuperó su papá y la búsqueda de toda una vida para conocer el triste final de su madre, que la protegió aún sin saber si estaba viva.

-¿Tiene hijos?

-No.

En el campo de concentración nazi de Bergen Belsen, una mujer pálida, enferma y huesuda llamada Regina Seywacz le dice al oficial alemán la mentira más valiente del mundo. Es el invierno de 1945 y aún faltan algunas semanas para el 15 de abril, día en que la 11° División Armada del ejército británico liberó ese centro del horror, donde fueron asesinadas 500 mil personas en sólo 4 años.

Dos meses después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Regina murió. En Bergen Belsen se habían desatado brotes de tifus, tuberculosis, fiebre tifoidea y disentería, que causaron 35 mil fallecimientos aquel verano.

En ese momento, su hija Rosa Rotenberg tenía 4 años y vivía bajo un nombre falso en el orfanato Kzendza Boduena (Cura Boduena) de la calle Leszna en Varsovia, Polonia. Hoy, Rosa tiene 79. Recién en 2015 pudo reconstruir la historia de su madre, tras una vida entera buscando datos sobre ella. “Tuve entre mis manos las tarjetas de su paso por los campos de concentración. Que haya dicho que no tenía hijos en pleno encierro, ya enferma, me dejó perpleja y triste, porque ella me seguía cuidando sin saber si yo existía, si estaba viva… La última vez que se desprendió de mí, ella estaba en el Gueto de Varsovia. Eso fue en el año 1941. Cuando falleció tenía sólo 26 años. Fue muy valiente, y creo que tenía unas ganas de vivir extraordinarias…”, le cuenta a Infobae. (SIGUE)

Rosa Rotenberg cuenta cómo fue salvada del gueto de Varsovia y dejada en un orfanato
Rosa Rotenberg cuenta cómo fue salvada del gueto de Varsovia y dejada en un orfanato.

Argentina, de los países más amigables para quienes escapan del horror

Un informe destaca que en nuestro país las personas que huyen de la violencia tienen oportunidad de reiniciar sus vidas. Organizaciones de la sociedad civil, familias de acogida, personas solidarias, antepasados migrantes y una idiosincrasia afectiva con el otro son algunas de las razones que los hacen sentirse bien al insertarse en la sociedad.

Por Daniela Chueke Perles, nota del sitio web redaccion.com.ar

Que los argentinos somos amistosos, que nos gusta socializar, conocer gente nueva, abrir nuestras casas, reunirnos y recibir a los que vienen del exterior es algo que sabemos bien acerca de nuestra idiosincrasia. Lo dicen quienes nos visitan y hasta los que dejaron el confort de los países de Europa para venir a hacer alguna experiencia de trabajo, o quienes se radicaron en nuestras tierras persiguiendo algún amor. Hasta acá, no hay ninguna novedad.

Pero, lo curioso, es que parece ser que no solo somos buenos anfitriones de los extranjeros más favorecidos, sino que, además, somos el país más amigable de toda Latinoamérica con los refugiados, los migrantes y los desplazados…

Nota sugerida por Rox Curras.

Nino Bravo – Libre

Libre

Tiene casi veinte años y ya está
cansado de soñar.
Pero tras la frontera está su hogar,
su mundo, su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal.
Algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.

Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar.
Libre,
como el viento que recoge mi lamento
y mi pesar.
Camino sin cesar
detrás de la verdad
y sabré lo que es, al fin, la libertad.

Con su amor por banderas se marchó
cantando una canción.
Marchaba tan feliz que no escuchó
la voz que le llamó.
Y tendido en el suelo se quedó
sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí,
brotaban sin cesar.

Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar.
Libre,
como el viento que recoge mi lamento
y mi pesar.
Camino sin cesar
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.

Libre,
Como el sol cuando amanece,
yo soy libre como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar.
Libre,
como el viento que recoge mi lamento
y mi pesar.
Camino sin cesar
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin, la libertad.

José Luis Armenteros y Pablo Herrero

Leon Gieco – Dice el inmigrante

Dice el inmigrante

Guarda la risa entre los dientes
marcha del sur para el este
lleva la sombra que sostiene
todo el peso de la gente que mas quiere

Lleva incertidumbre
y la risa postergada
lleva un libro, eso es bastante
dice el inmigrante
Lleva la cruz del marginado
lleva otro idioma
lleva su familia, eso es bastante
dice el inmigrante

Lleva en sus ojos toda la mezcla
de la rabia, de la duda y la tristeza
tiene que pagar con el olvido
lágrima de puerto y de destierro.

León Gieco

Sobre la cuarentena: «El capitán y el mozo»

¿Han leído: «El Capitán y el mozo» de Alessandro Frezza? Parece habernos dejado un manual para la situación que estamos viviendo. Les compartimos el texto.

– Capitán, el niño está preocupado y muy incómodo debido a la cuarentena que el puerto nos impuso.

– ¿Qué te preocupa, muchacho? ¿No tienes suficiente comida? ¿No duermes lo suficiente?

– No es eso, Capitán. No puedo soportar el no poder desembarcar y el no poder abrazar a mi familia.

– Y si te dejan salir del barco y tus seres amados se contaminan, ¿cargarías con la culpa de infectar a alguien que no puede soportar la enfermedad?

– Nunca me lo perdonaría, pero para mí que inventaron esta plaga.

– Puede ser, pero ¿y si no fue inventada?

– Entiendo lo que quiere decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán, me privaron de algo.

– Y tú te privas aún más de algo.

– ¿Está Usted, jugando conmigo?

– De alguna forma.
Si te privas de algo, sin responder adecuadamente, habrás perdido.

– ¿Entonces quieres decir, como dices, que si me quitan algo, para ganar debo privarme de otra cosa?

– Exactamente, yo hice cuarentena hace 7 años atrás.

– ¿Y de qué se tuvo que privar?

– Tuve que esperar más de 20 días en el barco.
Había meses en que ansiaba llegar al puerto y disfrutar de la primavera en tierra.
Hubo una epidemia.
En Porto Abril, se nos prohibió bajar.
Los primeros días fueron duros.
Me sentí como tú.
Pronto comencé a enfrentar esas imposiciones, usando la lógica.
Sabía que después de 21 días de este comportamiento, se crea un hábito, y en lugar de quejarme y crear hábitos desastrosos, comencé a comportarme de manera diferente a los demás.
Empecé con la comida. Me propuse comer la mitad de lo habitual. Luego comencé a seleccionar los alimentos más digeribles, para no sobrecargar el cuerpo. Comencé a nutrirme con alimentos que, por tradición histórica, habían mantenido al hombre sano.
El siguiente paso fue agregar a esto una purificación de pensamientos no saludables y tener pensamientos cada vez más elevados y nobles.
Me propuse leer al menos una página cada día de una discusión que no conocía.
Me puse a hacer ejercicios en el puente del barco.
Un anciano hindú, me había dicho hace años que el cuerpo mejoraba al retener la respiración.
Me puse a respirar profundamente cada mañana.
Creo que mis pulmones, nunca habían alcanzado tal capacidad y fuerza.
La tarde fue la hora de la oración, el momento de agradecer a una Entidad Divina, por no haberme dado, como destino, privaciones graves durante toda mi vida.
El hindú, también me había aconsejado que tuviera la costumbre de imaginar que la luz entraba en mí y me hacía más fuerte. También podría funcionar para los seres queridos que estaban lejos, por lo que también integré esta práctica en mi rutina diaria en el barco.
En lugar de pensar en todo lo que no podía hacer, estaba pensando en lo que haría una vez que llegara a Tierra firme.
Visualizando las escenas de cada día, las vivía intensamente y disfrutaba de la espera.
Todo lo que podemos obtener en seguida, rápido, no es interesante.
Esperar, sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso.
Me privé de comidas ricas, botellas de ron y otras delicias. Me habían privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de practicar el ocio, de pensar sólamente de lo que me estaban privando.

– ¿Cómo terminó, Capitán?

– Adquirí todos esos nuevos hábitos. Me dejaron bajar del bote mucho más tarde de lo esperado.

-¿Se privó de la primavera, entonces?

– Sí, ese año me privaron de la primavera y de muchas otras cosas pero aún así florecí, llevé la primavera dentro de mí y nadie me la puede quitar.

Alessandro Frezza (El Capitán y el mozo)

Texto sugerido por Liliana Suárez Johnson.